El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

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jueves, 20 de marzo de 2014

Hipólito

Su padre fue el héroe Teseo, y su madre dependiendo de las versines existentes: Hipólita, reina de las Amazonas, Antíope o Melanipa. Su padre se  casó con Fedra, con quien tuvo dos hijos, tras lo cual Hipolito fue enviado a la región de Trecén donde le acogió hospitalariamente el rey Piteo que le nombró su heredero.
Al joven le gustaba mucho la caza y la vida en naturaleza por lo que siempre estaba realizando ofrendas a Artemisa y depreciaba los amores femeninos, lo que enfadó a Afrodita. Entonces para vengarse, Afrodita promovió en Fedra un apasionado amor por su hijastro Hipólito, de lo que éste tuvo conocimiento en una carta que ella le envió. Cuando Hipólito la rechazó, Fedra, perdida por el amor que sentía, se ahorcó, no sin antes dejar escrita una nota para su marido en la que acusaba a Hipólito de querer seducirla. Cuando Teseo descubrió lo sucedido pidió a Poseidón que diera muerte a su hijo.
Un día, que Hipólito iba camino de su hogar en su carro de caballos por las costas de Trecén, un horrible monstruo emergió de las aguas, asustando a los caballos, que desbocados, terminaron lanzando el carro de Hipólito y a éste hacia unos peñascos. Ocurrida tal desgracia, Ártemis enojada por todo lo sucedido, buscó a Teseo, diciéndole la verdad de todo lo sucedido, y éste aún tuvo tiempo de encontrarse con su hijo, a punto de expirar, y pedirle perdón. Artemisa, entonces, aseguró que se vengaría de Afrodita (lo que llevó a cabo provocando la muerte de Adonis) y prometió fastuosas honras fúnebres y que las generaciones futuras sabrían a la perfección de su virtud y del pecado de Fedra.
Tras su muerte, Hipólito fue honrado en la región como un héroe. Las jóvenes le ofrecían un bucle de sus cabellos antes de casarse y muchos creían que había sido convertido en la constrlación del cochero.
Otra versión de la leyenda afirma que Asclepio lo resucitó y Artemisa lo convirtió en un dios menor, llamado Virbio (significa hombre dos veces) y lo envió a un santuario italiano donde prohibió la presencia de caballos para que no recordase su pasado.


La historia de Hipólito fue inmortalizada por Eurípides en su obra Hipólito.