El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes
El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes
Mostrando entradas con la etiqueta Tiresias matando a la serpiente. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tiresias matando a la serpiente. Mostrar todas las entradas

miércoles, 23 de mayo de 2018

Tiresias

Nacido en Tebas, era hijo de la ninfa Cariclea, que vivía en la corte de la diosa de la sabiduría. Fue uno de los mas famosos videntes de toda Grecia, a pesar de que era ciego, aunque no de nacimiento, su ceguera le fue provocada por Atenea a quien Tiresias encontró bañándose desnuda. Sin embargo, Atenea también le recompensó con el don de la profecía y le entregó un bastón o varita mágica con la que podía desenvolverse incluso mejor que cualquier vidente.
Según otra leyenda  Tiresias había vivido transformado durante una época en mujer, tras matar con su bastón a una hembra de serpiente que se estaba apareando. Esta transformación que duró siete años, la recoge Ovidio en su obra "Metamorfosis" Debido a su condición de mujer, medió en la disputa que mantenían Zeus y su esposa Hera, discutían sobre qué sexo gozaba más con el amor, Tiresias respondió que el hombre experimenta una décima parte del placer que la mujer, por lo que Hera se enojó enormemente causándole la ceguera. Zeus, como compensación, le prometió una larga vida, de tal modo que Tiresias vivió durante más de doscientos años.

La muerte de Tiresias sobrevino durante la guerra de los Espigones mientras intentaba huir de  su belicosidad. Fue el único profeta que mantuvo sus poderes en el mundo de los infiernos. Entre sus hijas se encuentra Manto, que retuvo los poderes proféticos de su padre.


Más entonces el alma llegó de mi madre difunta,
de Anticlea, que engendrara el magnánimo Auitólico. Viva
la dejé en mi mansión al salir para Troya sagrada; 
brotó el llanto en mis ojos al verla, inundóseme el pecho
de dolor; más con todo mi pena impedile, asimismo,
a la sangre llegar mientras yo no escuchase a Tiresias.

Acercóseme el alma por fin de Tiresias tebano
con un cetro de oro. Al notar mi presencia me dijo:
"¡ Oh Laertíada, retoño de Zeus, Ulises mañero!
¿Como ha sido, infeliz, que, a la luz renunciando del día,
has venido los muertos a ver y el lugar sin contento?
Mas aparta del hoyo; retira el agudo cuchillo,
que yo pueda la sangre beber y decir mis verdades."

Tal habló, me aparté y, embutiendo en la vaina mi espada
de tachones de plata, dejele beber negra sangre
de la fosa y entonces me dijo el perfecto adivino:
"Claro Ulises, en ansias estás de tu dulce regreso,
pero un dios te lo va a hacer penoso......"

La Odisea de Homero, Canto XI, 84-100