El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes
El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

viernes, 30 de agosto de 2013

Europa

Según las diferentes versiones, era hija de Agenor, rey de Tiro, y de Telefasa o Argiope, aunque también pasó por  hija de Fénix. Europa poseía una belleza excepcional rebosante de armonía. Su piel era de reluciente color blanco y siempre iba muy bien acicalada.

Zeus paseaba por el mundo buscando doncellas a las que conquistar. Sin embargo, el gran dios, mucho más refinado que otros compañeros suyos dedicados a la misma tarea como Ares, empleaba el engaño para conquistar a toda mujer que se le antojaba, pero era paciente y prefería que sus conquistas se entregaran por sí solas a sus encantamientos.

Un día Zeus vió a Europa jugando con la arena de la playa en candorosa desnudez. Enseguida, se sintió enormemente atraído por ella y sintió un desbordante deseo carnal. Para lograr su interés, decidió convertirse en un animal, tal y como había hecho otras veces, y adoptó la forma de un toro blanco de gran belleza, forma ésta en la que se le acercó. Zeus se había dirigido a las praderas donde Europa estaba jugando con sus amigas tras el baño. Al verlo, todas sus compañeras salieron despavoridas, pero, por el contrario, Europa esperó allí extremadamente tranquila, como si estuviera hipnotizada por el encanto y la mansedumbre del toro y se acercó a él maravillada acariciándole la testuz y poniéndole luego una guirnalda de flores en el cuello. En ese momento, Zeus se agachó y le ofreció su lomo que ella tomó encantada, sentándose sobre él.
Al instante se lanzó al mar y comenzó a cabalgar a enorme velocidad, aunque la muchacha no tuvo miedo porque Zeus lo hacía con suavidad. Cuando llegaron a la isla de Creta, cerca de la ciudad de Gortina, en la orilla opuesta, Zeus se mostró ya como el dios que era y Europa no tuvo reparos en entregarse pasionalmente a él, asombrada de que el gran dios de dioses se hubiese sentido atraído por ella. Se cobijaron a la sombra de un árbol, al parecer, un platanero o un sauce, cerca de un arroyo, que se volvió de hoja perenne para la eternidad. Zeus y Europa tuvieron tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón.

Mientras tanto enterados sus familiares del rapto, el padre de Europa ordenó a sus otros hijos: Cadmo, Fénix, Cilix y Taso que fueran en su busca. Éstos se dividieron en varias direcciones pero no pudieron encontrarla y terminaron convirtiéndose en gobernantes de los lugares a los que se habían dirigido.

Al poco de su unión, Zeus casó legalmente a Europa con Asterión, rey de Creta, haciéndole tres regalos: Talos, un autómata de bronce construido por Dédalo; una jabalina que siempre daba en el blanco, y un perro que nunca dejaba escapar a su caza. Asterión acogió a los hijos de Europa, como si fueran suyos y a su muerte, Minos ocupó el trono de su país.

Parece ser que tras su muerte Europa fue convertida en una diosa con el nombre de Hellotis o Hellotia, aunque esta leyenda no está muy extendida, y el toro en el que Zeus se había convertido fue transformado en la constelación de Tauro que contiene la nebulosa del cangrejo.




Una explicación más lógica al mito de Europa dice que unos comerciantes de Creta, desplazados a Fenicia por cuestiones comerciales, habiendo visto a la joven y bella Europa, la raptaron para ofrecerla a su rey Júpiter. Como su nave llevaba a proa un toro blanco, se divulgó la leyenda de que el dios Júpiter se había metamorfoseado en toro para apoderarse de ella.

jueves, 29 de agosto de 2013

Escila

Monstruo del mar con cabeza y torso de mujer, y el resto del cuerpo termina en forma de pez. De sus extremidades inferiores salían cabezas de perros, cuyos ladridos eran tan leves como los de un cachorro, pero no así su voracidad. Tenía doce pies para sostenerse. Poseía tres cabezas (también se le asignan seis) todas ellas con tres hileras de puntiagudos colmillos. Vivía en el estrecho de Mesina, junto a Caribdis, y fue transformada por los dioses en una roca que suponía graves peligros para los navegantes.

Existen dos versiones de quienes fueron sus padres: por un lado se cree que fueron Hécate y Forcis, y por otro se le adjudica la paternidad a Equidna y Tifón.

Escila no siempre había sido un monstruo, antaño fue una hermosa doncella llena de dulzura. Un día que jugaba alegremente en la playa, Glauco (un ser inmortal) la observó sentada en una umbría caleta, lavándose sus pies en las cristalinas aguas. Después de haber admirado su belleza desde lejos, se acercó hasta ella para intentar conquistarla. Pero a Escila le causaba temor su gran cola de pez  y sentía aversión por su cabello lleno de cizañas. Quizá lo que más aborrecía era su aire engreído, porque Glauco se había envanecido de haber comido una hierba mágica que lo convirtió en  un ser inmortal.
Glauco que no estaba dispuesto a tolerar una negativa por respuesta, acudió a la maga Circe para lograr el amor de Escila con artimañas de brujería. Circe no quería  ayudarlo porque estaba enamorada de él pero tras muchas presiones se vió obligada a hacerlo. pero solamente, con el fin de conseguir sus propósitos de venganza hacia su rival Escila. Para ello le entregó una pócima a Glauco y le dió una serie de instrucciones sobre su uso. Glauco siguiendo las directrices de Circe, vertió el líquido en la  caleta donde todos los días se bañaba Escila. Cuando llegó a darse su baño, observó como una jauría de perros empezaba a atacarla. Asustada, trató de defenderse, pero pronto observó horrorizada que esos perros partían de su cintura. Glauco que vigilaba desde la distancia, al ver lo ocurrido, perdió todo el interés por ella y se marchó.

Escila personifica un escollo del estrecho de  Mesina que separa sicilia del sur de Italia y que comunica los mares Tirreno y Jónico, situado enfrente del torbellino caribdis.

En la Odisea de Homero, Circe advierte a Odiseo en el canto XII de navegar más cerca de Escila que de Caribdis, ya que mientras Escila devoraría a seis de sus hombres, su contrapartida succionaría su barco entero: Empuja rápidamente tu nave hacia el escollo de Escila, ya que es mejor perder a seis de tus hombres que toda tu nave.