El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

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El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

miércoles, 22 de agosto de 2018

Ares


    Sobre su nacimiento existen varias tradiciones, una de ellas le hace hijo legítimo de Zeus y Hera, sin embargo hay otra especialmente curiosa que relata el nacimiento de este dios de la siguiente manera: tras el nacimiento de Atenea, la diosa de la razón y de la inteligencia, la gran diosa Hera, celosa de todo lo que tuviera que ver con su marido y en lo que ella no estuviera implicada, decidió desaparecer por un tiempo del Olimpo, buscando refugio en el templo de una de las diosas más sencillas, la dulce Cloris, diosa de las flores y de los jardines.
Como agradecimiento, Cloris le concedió el don del nacimiento de Ares a la todopoderosa Hera, éste ocurrió de la siguiente manera, una vez que Hera se encontraba en el interior del templo de Cloris, la diosa de las flores le pidió que recogiera una flor especialmente hermosa del campo de Oleno, uno de los jardines consagrado a la diosa. Al realizar dicho mandato, Hera observó asombrada como de la flor que ella había recogido nacía un hermoso niño, el que sería declarado como el todopoderoso dios de la guerra, Ares.

La educación del joven dios fue encargada a uno de los titanes, hermano de Prometeo y Epimeteo, que le introdujo en las artes del ejercicio corporal y la danza.
Poseedor de un carácter violento y brutal, su apostura le propició multitud de amantes, tanto humanas como divinas sucumbieron a los encantos del dios, aunque su relación más importante fue la que tuvo al postrarse ante los pies de Afrodita, la diosa del amor y la más bella de todas. Aunque también fueron las más desgraciadas, porque al ser descubierto por Hefesto, esposo de su amante, cuando mantenía relaciones con ella, tuvo que someterse al juicio de los dioses que le desterraron temporalmente del Olimpo.

Ares se encargó de regular las normas imperantes en la guerra, así se comenzó a usar el hierro para la fabricación de armas, a la vez que empezó a crear las tácticas y reglas necesarias para el ataque y la defensa, normas que ideó durante su cautiverio. A pesar de toda su bravura, Ares estuvo preso durante año y medio, encerrado en una vasija por Aloos, Oto y Efialtes (gigantes con los que lucharon los dioses olímpicos), hasta que Hermes consiguió librarle.

A pesar de la importancia de este dios, cuenta con una tradición bastante limitada puesto que un pueblo como el griego, que se ufanaba de su carácter pacífico, prefería los relatos en los que Ares era derrotado por alguno de los otros dioses, principalmente por Atenea, ya que creían que estos dos dioses componían una dualidad, en la que por un lado hay que entender la razón y por otro la fuerza.
Sin embargo, lo que para los griegos constituía un rechazo, para los romanos se convirtió en fuente de admiración. Un mundo como el romano, preocupado fundamentalmente por la expansión guerrera, asimiló perfectamente el Ares griego a una deidad antiquísima a la que se rendía culto en el Lacio. Dicho dios era Mars, lo que propició que el Ares griego se convirtiera en el Marte romano.

De hecho, en Roma, ya convertido en Marte, tenía un cuerpo de sacerdotes, los salios palatinos, dedicados al cuidado del templo y las fiestas instauradas en su honor, que se celebraban en el mes de marzo, consagrado al dios de la guerra. Durante la celebración de estas festividades, los sacerdotes realizaban en honor del dios diferentes danzas con escudos y espadas. Además de tener dedicadas las tradicionales fiestas de Quinquatrus, el Tubilistrium y los Equirria, que consistían en desfiles de caballos y carreras de carros de guerra.

Ares era representado como un hombre joven y fuerte, montado en un gran carro con fogosos corceles, y con una lanza y un escudo en sus manos, ademas de un gallo a sus pies. Entre sus compañeras habituales estaban su hermana Enio y la diosa de la discordia, Eris. A menudo también le acompañaban Demio y Fobo, dioses que representan el miedo y el terror.



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