Era una ninfa de la montaña, del monte Helicón, que amaba su voz. Fue criada por las Ninfas y educada por las Musas. De su boca salían las palabras más bellas que pudieran pronunciarse.
Zeus la convenció para que se dedicara a entretener con su charla a Hera, de tal forma que la celosa esposa del dios de dioses no pudiese dedicarse a espiar a sus amantes. Eco era sumamente elocuente y siempre desempeñó la labor encomendada sin problemas, pero llegó un momento en que Hera terminó por hartarse de tanta conversación y castigó a Eco con un hechizo que le quitaba la voz, salvo para repetir la última palabra que oyese.
Se retiró al campo, donde tiempo después, se enamoró del pastor Narciso y lo persiguió por todas partes a hurtadillas sin ser vista. Sin embargo, Eco no podía confesar su amor a Narciso, pero un día, cuando éste se apartó del camino por el que paseaba oyó un ruido y se internó en el bosque, Narciso empezó a llamar diciendo: " ¿hay alguien aquí?, y Eco respondía: "Aquí, aquí". Narciso contestó: "Ven", y Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos diciendo: "Ven, ven". Narciso, a pesar de todo, al verla, se negó a aceptar su amor con cruel desdén.
Eco, que se lamentaba de su desdicha, pero también de todos aquellos actos vergonzosos que había llevado a cabo en busca de la atención de Narciso, se escondió en la roca más profunda del bosque y allí se fue consumiendo hasta morir, aunque quedó su voz y sus huesos, que fueron transformados en peñascos.
Zeus la convenció para que se dedicara a entretener con su charla a Hera, de tal forma que la celosa esposa del dios de dioses no pudiese dedicarse a espiar a sus amantes. Eco era sumamente elocuente y siempre desempeñó la labor encomendada sin problemas, pero llegó un momento en que Hera terminó por hartarse de tanta conversación y castigó a Eco con un hechizo que le quitaba la voz, salvo para repetir la última palabra que oyese.
Se retiró al campo, donde tiempo después, se enamoró del pastor Narciso y lo persiguió por todas partes a hurtadillas sin ser vista. Sin embargo, Eco no podía confesar su amor a Narciso, pero un día, cuando éste se apartó del camino por el que paseaba oyó un ruido y se internó en el bosque, Narciso empezó a llamar diciendo: " ¿hay alguien aquí?, y Eco respondía: "Aquí, aquí". Narciso contestó: "Ven", y Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos diciendo: "Ven, ven". Narciso, a pesar de todo, al verla, se negó a aceptar su amor con cruel desdén.
Eco, que se lamentaba de su desdicha, pero también de todos aquellos actos vergonzosos que había llevado a cabo en busca de la atención de Narciso, se escondió en la roca más profunda del bosque y allí se fue consumiendo hasta morir, aunque quedó su voz y sus huesos, que fueron transformados en peñascos.