Existían varias tradiciones sobre el nacimiento de Hefesto, una lo hacía hijo de Hera en solitario, pero la más extendida lo emparentaban con Zeus y Hera, que al nacer y verlo lo arrojó desde el Olimpo para alejarse de su deformidad, ya que nació muy feo y con una cojera irreversible. Tras su expulsión se refugió en la isla de Lemnos, donde demostró una gran capacidad de trabajo. Fabricaba productos de artesanía para los dioses y tenía su taller bajo el volcán Etna, en Sicilia. Fabricó muchos de los accesorios que lucían los dioses, y se le atribuye la forja de casi todos los objetos metálicos con poderes finamente trabajados que aparecen en la mitología griega: el casco y las sandalias aladas de Hermes, la égida de Zeus, el famoso cinturón de Afrodita, la armadura de Aquiles, las castañuelas de bronce de Heracles, el carro de Helios, el hombro de Pélope, el arco y las flechas de Eros, el casco de invisibilidad de Hades, el collar que regaló a Harmonía y el cetro de Agamenón. Así mismo también era el forjador de los rayos de Zeus.
Para conseguir su regreso al Olimpo fabricó un trono de oro con unas cadenas invisibles que dejaban al que se sentara en él atado de forma permanente. Una vez construido lo envió al monte Olimpo con indicaciones de que fuera entregado a su madre. Hera al ver tan magnífico trabajo se precipitó a sentarse en él. Una vez que lo hubo hecho las cadenas la sujetaron de tal manera, que ninguno de los dioses encontraba la manera de liberarla. Nadie conocía el modo de hacerlo salvo Hefesto, por lo que los dioses se vieron en la necesidad de llamarlo para liberarla. Se le encargó la tarea a Dionisio, que gozaba de la confianza del dios, el cual para convencerlo lo embriagó. Hefesto hizo su entrada en el Olimpo montado en un asno y completamente borracho, sin embargo, desató a su madre y el resto de los dioses le pidieron que permaneciera junto a ellos.
En el panteón olímpico, Hefesto estaba formalmente emparejado con Afrodita, pero ella se entregaba en secreto a Ares, el dios de la guerra, según se narra en la Odisea. Cuando Hefesto tuvo noticia de estos amores por Helios, el sol, que todo lo ve, tejió una red de plata irrompible casi invisible con la que atrapó en la cama a los amantes en uno de sus encuentros. Hesíodo cuenta que el suceso fue motivo de gran algarabía en el Olimpo, pues Hefesto llamó a todos los demás dioses olímpicos para burlarse de ellos.
Es el dios del fuego y de la metalurgia (herrero, protector de las artes del trabajo del metal y artesano por excelencia). Aparece siempre representado como un hombre tremendamente fornido, sudoroso, con una pierna débil y trabajando en una fragua.