Tras varios años de asedio por parte de los griegos, Troya seguía sin poder ser tomada. A pesar de los esfuerzos y muertes que se habían sucedido en las innumerables batallas, los griegos sólo conseguían imponerse en pequeñas escaramuzas que no les reportaban más que triunfos parciales. Ante estos hechos se ideó una estratagema que permitiría a los helenos obtener el triunfo. Se trataba de construir un gigantesco caballo de madera en cuyo interior se encerrarían los más valerosos soldados griegos. El resto de los soldados se haría a la mar con su flota después de haber incendiado las tiendas, e irían hasta la isla de Tenedos, donde vararon sus barcos y esperaron. Esta retirada provocó que los troyanos salieran a la playa, en la creencia de la definitiva deserción de sus enemigos. Allí encontraron el gigantesco caballo y a un único griego, Sinón, que les relató sus desdichas. Éste les contó como sus compañeros intentaron convertirle en la víctima de un sacrificio para conseguir los favores de Atenea y que ésta favoreciera su viaje de regreso a sus hogares. Sin embargo, había conseguido escapar de su destino refugiándose en el caballo, consagrado a la diosa.
El relato conmovió a los troyanos que en ningún momento dudaron de la veracidad del griego, y a pesar de los ruegos de algunos adivinos para que celaran del regalo heleno, decidieron introducir el caballo dentro de las murallas de la ciudad. Una vez que llegó la noche, el bravo Sinón ascendió hasta una torre y desde allí, con una antorcha, hizo la señal que las naves de Tenedos esperaban para emprender el regreso, luego descendió hasta la plaza, donde se encontraba el caballo y golpeó sobre él, dando el aviso para que sus compatriotas salieran de él. Cuando los griegos del interior del caballo salieron abatieron a los centinelas de las puertas de la ciudad, lo que pemitió a sus compañeros entrar sin dificultad. Así Troya fue saqueada, sus mujeres violadas o asesinadas, los hombres y niños masacrados y, finalmente, fue pasto de las llamas durante una larga guerra que duró diez años. Sólo sobrevivieron algunas mujeres, entre ellas Helena, que no tardó en volver a gozar de los favores de su esposo Menelao, y Eneas, que bajo la proteción de Afrodita (su madre) consiguió huir de la ciudad junto a su padre y su hijo.
Algunas fuentes señalan a Odiseo como el precursor de la idea para la construcción del caballo.
La historia de la guerra de Troya fue contada por pimera vez en la Iliada de Homero pero el mencionado caballo no aparece hasta la Odisea, posteriormente otros escritores ampliaron el espiodio.
Es famosa la exclamación que Laoconte, gran sacerdote de Neptuno en la ciudad de Troya, realizó al ver el caballo de madera, y que recoge el poeta latino Virgilio en la Eneida: Timeo Danaos ut dona ferentis (temo a los griegos aunque hagan regalos).
El relato conmovió a los troyanos que en ningún momento dudaron de la veracidad del griego, y a pesar de los ruegos de algunos adivinos para que celaran del regalo heleno, decidieron introducir el caballo dentro de las murallas de la ciudad. Una vez que llegó la noche, el bravo Sinón ascendió hasta una torre y desde allí, con una antorcha, hizo la señal que las naves de Tenedos esperaban para emprender el regreso, luego descendió hasta la plaza, donde se encontraba el caballo y golpeó sobre él, dando el aviso para que sus compatriotas salieran de él. Cuando los griegos del interior del caballo salieron abatieron a los centinelas de las puertas de la ciudad, lo que pemitió a sus compañeros entrar sin dificultad. Así Troya fue saqueada, sus mujeres violadas o asesinadas, los hombres y niños masacrados y, finalmente, fue pasto de las llamas durante una larga guerra que duró diez años. Sólo sobrevivieron algunas mujeres, entre ellas Helena, que no tardó en volver a gozar de los favores de su esposo Menelao, y Eneas, que bajo la proteción de Afrodita (su madre) consiguió huir de la ciudad junto a su padre y su hijo.
Algunas fuentes señalan a Odiseo como el precursor de la idea para la construcción del caballo.
La historia de la guerra de Troya fue contada por pimera vez en la Iliada de Homero pero el mencionado caballo no aparece hasta la Odisea, posteriormente otros escritores ampliaron el espiodio.
Es famosa la exclamación que Laoconte, gran sacerdote de Neptuno en la ciudad de Troya, realizó al ver el caballo de madera, y que recoge el poeta latino Virgilio en la Eneida: Timeo Danaos ut dona ferentis (temo a los griegos aunque hagan regalos).