El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes
El Olimpo: Batalla entre dioses y gigantes

martes, 6 de marzo de 2018

Sísifo

     Era hijo de Eolo y Enáreta, reinaba en la ciudad de Corinto, que había sido fundada por él, aunque con el nombre de Éfira. Su gran inteligencia le sirvió para obtener múltiples beneficios en todos los aspectos de la vida, pero la falta de ética en alguno de sus actos, le valió en determinados momentos,  la consideración del ladrón.  
                                                                                                                     
Sísifo tenía un vecino, Autólico, bastante envidioso de la propiedad de la ciudad de Éfira y en una ocasión robó sus rebaños. Sísifo no pudo hacer nada para recuperarlos, pero cuando tiempo después, volvió a sufrir la desaparición de parte de su ganado acudió a Autólico acusándole de ladrón, para lo cual hizo traer el ganado que había en los establos de su vecino, y examinando una a una las ovejas aparecieron muchas en las que se mostraba una leyenda: "Me ha robado Autólico", grabada en las pezuñas. Admirado Autólico de la sagacidad de Sísifo le entregó la mano de su hija Anticlea, con el objetivo de tener una descendencia tan astuta como él, aunque primero tuvo que anular la boda que al día siguiente se iba a celebrar entre Anticlea y Laertes, el que, hasta el momento, había sido su pretendiente. 
De esta unión nació el héroe griego paradigma de la inteligencia, Odiseo. No obstante, Sísifo también se casó con Mérope y tuvo cuatro hijos con ella: Glauco, Órnito, Tesandro y Halmo.

Sin embargo, el sagaz Sísifo consiguió atraerse la ira de Zeus de la siguiente manera, el dios estaba encaprichado de una ninfa, Egina, a la que decidió raptar para poseerla. Su padre, Asopo, pasó por Corinto donde intentó que Sísifo le ayudara a encontrarla o al menos, le indicase alguna pista para localizarla. El corintio que había visto a Zeus escapar con Egina, indicó a Asopo que le diría el nombre del raptor de su hija a cambio de que hiciese nacer una fuente en su reino, lo que Asopo realizó ya que era un dios fluvial.                                                                                                            
Zeus, ante la delación del rey le condenó a muerte, enviándole a Tánatos (la muerte). Sin embargo, Sísifo consiguió encadenarlo, logrando así no solo librarse de su propia defunción, sino evitar que durante mucho tiempo ningún hombre muriese, lo que ocasionó que fuese el mismo Zeus el que interviniera para liberar a Tánato y que por fin, Sísifo recibiese la sentencia de muerte.              
Pero el rey volvió a idear una estratagema para liberarse, así aleccionó a su mujer para que cuando muriese no llevase a cabo los cortejos fúnebres, por lo que cuando Sísifo llegó al infierno se quejó a Hades de lo que había hecho su familia y le pidió que le concediera volver a la tierra para enseñar a sus allegados sobre las exequias que debían llevar a cabo, el dios del inframundo le concedió tal deseo a condición de que volviese pronto. Sin embargo, Sísifo, se jactó en el mundo terrenal de la inocencia de los dioses y, estaba dispuesto a no regresar.
Finalmente, Hermes o tal vez Teseo le devolvieron al inframundo, donde se le condenó a un castigo cruel: subir un enorme peñasco a una alta cima de este lugar, pero cuando casi estaba a punto de lograrlo, volvía a caérsele y tenía que subirla de nuevo. Tal tarea sólo fue interrumpida cuando Orfeo intentó recuperar el alma de Eurídice, para continuar durante toda la eternidad.

Albert Camus se inspiró en el mito de Sísifo en su ensayo del mismo nombre, en el que analiza la angustia vital del hombre desde el punto de vista del absurdo.




martes, 6 de febrero de 2018

Las Sirenas

Las Sirenas son personajes similares a las ninfas. Residían en el mar, en la zona de Sicilia, cerca del cabo Pelore. Sus padres fueron Calíope y el río Aqueloo, según unas versiones, o Forcis o Gea según otras. El número de ellas varía según las versiones, ya que en ciertos relatos aparecen tres, en otros cinco e incluso hay otros en los cuales llegan a aparecer ocho.

Las Sirenas, a pesar de que vivían en los océanos, estaban formadas por un cuerpo de ave y un rostro de mujer, por lo tanto, no tenían aletas, sino alas. A  partir de la Edad Media comienzan a ser representadas con apariencia pisciforme.  La principal cualidad de las sirenas es poseer una voz de inmensa dulzura y musicalidad con la que se prodigaban en cantos cada vez que un barco se les acercaba, los marineros quedaban tan encantados por sus sonidos que terminaban arrojándose al mar para oírlas mejor, pereciendo irremediablemente. Sin embargo, si un hombre era capaz de oírlas sin sentirse atraído por ellas, una de las sirenas debería morir. Uno de los que lo consiguió fue Odiseo. Cuando Odiseo estaba intentando regresar a su patria viajando en barco, se encontró con las Sirenas, pero para evitar su influjo ordenó a sus tripulantes, siguiendo el consejo de Circe, que se taparan los oídos con cera para no poder escucharlas, mientras que a él lo ataron al mástil del barco con los oídos descubiertos. De esta forma, ninguno de sus marineros sufrió daño porque no oyeron música alguna mientras que Odiseo, a pesar de que había implorado una y otra vez que lo soltaran, se mantuvo junto al poste y pudo deleitarse con su música sin peligro alguno. En consecuencia una de las Sirenas tuvo que morir y la elegida fue Parténope. Una vez muerta, las olas la lanzaron hasta la playa en donde fue enterrada con múltiples honores, instalando un templo en el lugar donde estaba sepultada, alrededor del templo se alzó un pueblo que primero se llamó Parténope y más tarde fue conocido como Nápoles.

"Así, pues, todo eso ha quedado cumplido; tú escucha
lo que voy a decir y consérvete un dios su recuerdo.
Lo primero que encuentres en ruta será a las Sirenas,
que a los hombres hechizan venidos allá. Quien incauto
se les llega y escucha su voz, nunca más de regreso
el país de sus padres verá ni a la esposa querida
ni a los tiernos hijuelos que en torno le alegren el alma.
Con su aguda canción las Sirenas lo atraen y le dejan
para siempre en sus prados; la playa está llena de huesos
y de cuerpos marchitos con piel agostada. Tú cruz
sin pararte y obtura con masa de cera melosa
el oído a los tuyos: no escuche ninguno aquel canto;
sólo tú lo podrás escuchar si así quieres, más antes
han de atarte de manos y pies en la nave ligera.
Que te fijen erguido con cuerdas al palo: en tal guisa
gozarás cuando dejen oír su canción las Sirenas."

La Odisea de Homero, Canto XII, 37-52

Otra leyenda afirmaba que los Argonautas, consiguieron también sobrevivir a su influjo porque Orfeo, que les acompañaba, cantó de un modo tan maravilloso que anuló completamente la seductora y traicionera voz de las Sirenas.