Una de las aventuras más conocidas de la mitología clásica fue la que emprendieron, bajo la comandancia de Jasón, un grupo de jóvenes a los que se conoció como "los argonautas", cuya expedición en busca del vellocino de oro fue relatada reiterativamente en el mundo antiguo.
La expedición de los argonautas, uno de los más famosos acontecimientos de los tiempos heroicos, fue anunciada por toda Grecia, y hasta cincuenta y tres príncipes acudieron para participar de ella.
Para conseguir que Jasón se convirtiera en rey de Yolcos, su tío le ordenó buscar las cenizas de Frixo, un antepasado asesinado en la Cólquide, en donde también encontraría el vellocino de oro; así fue como Jasón mandó construir un barco, el argos, en el que se embarcó junto a sus amigos, tras hacer un sacrificio a Apolo, para conseguir su protección.
Durante el viaje hicieron numerosas paradas, la primera que realizaron fue en la isla de Lemnos, en donde las mujeres se encontraban solas, puesto que Afrodita había maldecido a todos los hombres, de tal manera que éstos desprendieran tan nauseabundo hedor que las mujeres primero los rechazaron y después los asesinaron. Ante esta situación, los argonautas se unieron a ellas con el fin de darles hijos con los que repoblar la isla. La situación en Lemnos era tan placentera que permanecieron largo tiempo, hasta el punto de que el propio Heracles tuvo que imponer cordura y recordarles el motivo de su viaje. Cuando Jasón dio a conocer la noticia de que debían reemprender el viaje, la reina de las mujeres de la isla, llamada Hipsípile, les rogó que no lo hicieran e incluso ofreció a Jasón el trono a cambio de que se quedasen, pero éste no aceptó.
A continuación llegaron a Samotracia, en donde Orfeo les aconsejó iniciarse en los misterios del lugar, la siguiente escala la hicieron en la isla de Cícico, país de los doliones, allí fueron recibidos con gran hospitalidad, pero se hicieron de nuevo al mar al día siguiente; sin embargo, una tempestad les recondujo a la misma isla, aunque la oscuridad reinante impidió que reconocieran el lugar al que habían arribado. Los isleños, tampoco reconocieron el barco y, tomándolos por piratas, se enfrentaron con ellos de tal modo que el propio Jasón dio muerte al rey. Al amanecer y ver lo ocurrido, los argonautas quedaron consternados por lo que decidieron celebrar unos juegos fúnebres en su honor que duraron tres días y levantaron una estatua en honor a Rea en el monte Dindimo. Mientras todo eso ocurría, los expedicionarios que se habían quedado a proteger la nave sufrieron el ataque de unos gigantes de seis brazos, aunque fueron rápidamente vencidos por Heracles, que había tomado el control del Argos en ausencia de Jasón.
Continuando su viaje, la siguiente parada la hicieron en las costas de Misia, para que Heracles pudiera encontrar un árbol de una madera lo suficientemente resistente como para poder construirse un remo, pues el anterior se le había roto. Mientras estaban esperando, uno de los miembros de la expedición, Fineo, les dijo que si necesitaban atravesar las Simplégades, unas rocas traicioneras que estaban en constante movimiento, debían soltar una paloma y seguir su rumbo. Así lo hicieron, y sólo sufrieron pequeños daños en el casco, lo mismo que la paloma que había perdido algunas plumas. Desde entonces, las rocas permanecieron fijas, pues el destino había dicho que así debía ocurrir cuando una nave lograra al fin atravesarlas.
Antes de llegar a la Cólquide atravesaron el país de Lico, rey de los mariandinos, quien los acogió bien, aunque en ese lugar perdieron por enfermedad a Idmón y a Tifis, el piloto, que fue sustituido por Anceo.
Cuando llegaron por fin a su destino, Jasón se presentó ante Eetes, rey de la Cólquide, para explicarle los propósitos que le llevaban hasta su patria. Eetes le impuso dos condiciones para hacerle entrega de las cenizas de su antepasado y del vellocino de oro, primero debería poner bajo el mismo yugo dos toros nunca uncidos, con pezuñas de bronce y que arrojaban fuego, regalo de Hefesto al rey, y después arar con ellos un campo y sembrar en él los dientes de un horrible dragón que estaba consagrado a Ares y protegía el vellocino de oro.
Jasón preocupado ante tantas solicitudes, empezó a pensar en como solucionarlo cuando recibió la ayuda de Medea, la hechicera hija del rey. Medea debido a las artes de Eros, que seguía los dictados de su madre Afrodita, se había quedado prendada de Jasón y le ofreció su ayuda a cambio de que se casara con ella y la llevara hasta Grecia. Ya que el héroe había recorrido un largo camino para llegar hasta allí, y necesitaba realmente el vellocino de oro, aunque no estaba enamorado de ella, aceptó su colaboración. Así Medea le entregó un ungüento gracias al cual ni el fuego ni el hierro le dañarían durante un día, por lo que la primera prueba estaría pronto realizada, respecto al dragón, le dijo que de sus dientes saldrían soldados que intentarían matarlo pero que resolvería el problema lanzándoles una piedra y que ellos se pondrían a luchar entre sí por ver quién había sido el culpable.
Así, Jason pudo hacer lo que Eetes le había pedido. Sin embargo, el rey no pensaba que lo lograría, pues no estaba dispuesto a entregarle el vellocino de oro, sino que por el contrario, quería quemar la nave Argos y matar a todos sus ocupantes. Jasón tuvo conocimiento de tales pretensiones, así que durmió al dragón que protegía su preciado tesoro, de nuevo con ayuda de Medea, y se dio a la fuga.
Cuando el rey de la Cólquide se enteró de la huida de los argonautas persiguió a la nave que atravesaba ya, según los consejos de Fineo, el río Istro. La inteligente y despiadada Medea había previsto la reacción de su padre, por lo que para dificultar su persecución mató y descuartizó a su hermano Apsirto, aún niño, cuyos restos fue arrojando poco a poco para que su padre tuviera que recogerlos. Cuando Estes los reunió todos, paró en el puerto mas cercano, Tomes, y le hizo exequias fúnebres, lo que permitió al Argos ganar la distancia suficiente.
Según otra leyenda, los Colcos, encabezados por un Apsirto adulto, habían podido alcanzar la expedición y los argonautas empezaron a negociar con ellos una salida al conflicto. El acuerdo era que a cambio del vellocino, Medea debía quedarse en los templos de Artemis que había en la zona. Sin embargo, Medea y Jasón mataron a Apsirto a traición en uno de esos templos, y se lanzaron de nuevo a la fuga.
De cualquier manera, Zeus se irritó enormemente por la muerte de Apsirto y condenó al barco a perder su ruta. Desesperados por la falta de rumbo, decidieron dirigirse a la residencia de Circe, la maga, para ser purificados por sus crímenes, y aplacar la ira de los dioses. Allí Circe les ayudó, aunque se negó a dar alojamiento a Jasón en su palacio.
Ya en camino de nuevo hacia Grecia, pasaron por la morada de las sirenas, aunque nada les ocurrió porque el canto de Orfeo fue mucho mejor que el de ellas, sólo Butes se lanzó al mar atraido por ellas, pero Afrodita lo salvó de las aguas llevándolo hasta Sicilia. Mas tarde llegaron a Corfú, cuyo rey era Alcinoo, que tenía trato con los Colcos. Los compatriotas de Medea habían negociado con Alcinoo la entrega de su princesa si ésta era virgen. Enterada la mujer del rey del acuerdo se lo comunicó a Medea, quien se unió apresuradamente con Jasón aquella noche. La nave Argos fue llevada a Corinto para su consagración a Poseidón.
El relato mitológico del viaje de los argonautas sirvió de inspiración a poetas líricos como Píndaro, y a los tres poetas trágicos por antonomasia: Esquilo, autor de las tragedias
Atamas,
Ipsipilis.
Argo y
Caviro, todas perdidas; Sófocles,
Atamas, Cólquides, Squite y Rimotomoi, también perdidas; y Eurípides, la famosa
Medea.